Publicaciones de Diego Lasso en Cartagena de Indias y Ciudad de Panamá

  • http://www.cerlalc.org/secciones/libro_desarrollo/Memorias_II_Congreso_Libreros.pdf
  • http://www.periodicoelsol.net/noticia.php?Id=7846

jueves, abril 20, 2006

La Orfandad de los libreros
Por: Diego Lasso
Librero Colombiano


En Costa Rica, las librerías se relacionan con venta de lápices, hojas, cartulina, bolas de celofán, hacen parte de una actividad comercial que no distingue la distancia cultural entre la necesidad del papel y el papel impreso en un libro. Lo digo como extranjero que llegue hace años y busque en el directorio y me asombre de la gran cantidad de librerías en este país. Aunque después de comprar un borrador descubrí la diferencia.

Es importante resaltar que algunas librerías han logrado ahondar esa diferencia y de paso dignificar la importancia del libro en el comercio masivo. No es gratuito que ahora, gracias al impulso en publicidad, estrategias de mercadeo, espacios amplios, premios a sus clientes frecuentes, una arquitectura provocadora y diferentes sucursales, el libro adquirió una dimensión y un atractivo en el comercio de la capital.

Sin embargo, la parte logística, la fachada y el convertirse en monopolio no determinan que los ticos lean más. Por una sencilla razón, la inversión en el aspecto humano y cultural aún es una utopía. Y es allí donde reside la mejor fuente para promocionar libros. No creo que los empleados directos de tienda, los que diariamente atienden público, estén asistiendo a ferias internacionales en otros países, a capacitaciones literarias, bibliografiícas, a cursos para libreros como los del CERLALC, no a esos de servicio al cliente como si se tratara de vender calzoncillos o medias.

Se han preguntado, si la gente que compra o quiere comprar libros sabe en realidad que es un librero. Unos creerán que es aquel, que sonríe para alcanzar un libro, el que los ordena, limpia, sacude su ignorancia o amablemente señala donde esta determinado autor, tema o capricho del cliente. Porque además ahora en las librerías se atienden clientes, no lectores. En otras palabras, los que trabajan en las librería son dependientes educados para sonreír y ser amables, de paso mientras concluyen la universidad, tristemente distantes del misterio, la magia y el atrevido e interesante riesgo de recomendar libros.
Preguntas como: ¿Que autor me recomienda? , ¿Que opinión se merece tal obra? o simplemente tertuliar sobre determinado tema casi siempre concluye en respuestas con monosílabos NO o SI por parte del vendedor.
Entonces donde quedan las virtudes del librero, ese personaje que vende diariamente inagotables fuentes del saber, ocio, imagen, misterio, asombro, memoria, incredulidad, ficción, que sabe distinguir los relieves de las impresiones, el peso de las páginas, la gracia de sostener el pensamiento volátil de la cultura.
De que sacamos grandes supermercados de libros, sino tenemos con quien compartir, el placer de lo que leemos, el sencillo impulso de descubrir nuevos autores o frases que inquieten el espíritu como:
Yo nací un día que dios estuvo enfermo... (Cesar vallejo)

Cabe destacar que Librerías como Nueva Década, Clara luna, Expo 10 ( Ronald ), Libro Azul( Mariano ) y Francesa, gritaran que tienen la respuesta a esta denuncia. Y tienen toda la razón, porque han sobrevivido al monopolio, han logrado mantener las ventanas abiertas al dialogo con el lector y en medio de sus reducidos nichos darnos una idea de lo representa ser un librero. Pero Claro, son sus propietarios los que atienden y promueven la venta de sus libros, cultivándose continuamente en este noble negocio. Disculpen, se me olvidaba Topsy en este subjetivo inventario, esa librería de Montezuma que tiene un Búho, tres murciélagos y unos propietarios que todos los días ven el Océano Pacífico por sus ventanas indiferentes al congestionado tráfico de estas opiniones.

Pero pensemos en el futuro, por más que la tecnología siga amenazando la desaparición del libro, para nadie es un secreto que leer guindado en hamaca en el sillón consentido o sobre las piernas de la novia, solo se puede hacer con el único invento que a extendido el pensamiento humano, como lo dijo Borges: EL LIBRO DE PAPEL Y TINTA.

Así como existen los profesionales de las actividades fácticas,
los eruditos de la razón y la lógica , exijámosle a la sociedad jóvenes libreros, que erupcionen lecturas y no títulos, receptores de la sensibilidad colectiva y pluricultural, propagadores de los Cronopios de Cortazar, del Urbanoscopio de la curiosidad, de la Tanda de cuatro... con Caribe, del Asalto al paraíso de las bellas ediciones, del Libro de las maravillas, de la Bitácora del iluso lector y con las Manos sucias, le quiten el Nudo a la garganta y le griten a los transeúntes:
Que ir a las librerías es una fiesta del espíritu, una catarata de sabiduría, un carnaval donde la vida se desprende altivamente de las páginas.
Para ser libreros solo se necesita pasión por leer y compartir lo leído, y aunque en Europa exista la profesión como tal y en Latinoamérica ni siquiera la impartan las universidades privadas por su inexistente rentabilidad económica.
Pensemos que acá tenemos la ventaja de ser autodidactas, simplemente guiados por el aroma del trópico y el loable compromiso de hacer del lenguaje una fiesta que provoque el baile de nuevas palabras.

Hace 62 años Francisco Vindel publico en España la primera edición del Manual de conocimientos técnicos y culturales para profesionales del libro. Donde entre otras cosas difíciles de resaltar porque todo el libro es resaltable, descubrí que el primer librero que aparece mencionado y retratado es CRISTÓBAL COLON, con un pie de retrato que dice:
Librero ambulante en Andalucía, emocionado como indio que sobreviví a la conquista, al leer este dato llame al escritor Alfonso Chase para contarle la historia y con la misma gracia con que siempre contesta el teléfono, me dijo que Juan de Timoneda era el otro librero, y quien además había traído los primeros libros a América.

Quedo con las ganas de escribir sobre las librerías famosas como Shakespeare and Company a donde Hemingway le prestaban los libros por falta de dinero, y sobre Fernando Colon, el hijo del descubridor de América, considerado como el mejor bibliófilo que ha existido, y que dedico toda la vida a la adquisición de libros llegando a reunir en Sevilla una biblioteca de mas de 20.000 volúmenes, toda una hazaña en pleno siglo XV, incluida su lectura.
Me despido con esta pequeña historia que quizás emocione solo al que la escribe, y a uno que otro amigo que me ha visto vender libros en alguna orilla de playa o carretera. Donde cada vez más jóvenes compran libros por el puro placer de leer.

San José de Costa Rica, Julio 2005

viernes, abril 07, 2006

Leer es vivir lo que se lee

Una de las principales razones que nos permiten sociabilizar opiniones, criterios, deseos, temores, estados de ánimo y todo aquello que resalta el carácter humano de nuestros actos, es sin lugar a dudas la capacidad de expresarnos con el lenguaje.
Sin embargo, nos hemos convertido en cultivadores de un dialogo que suprime cada vez más palabras, que empobrece el vocabulario y opaca la belleza con que podemos describir o comunicar lo que sentimos.

Vivimos una época donde la comunicación representa el carácter del Siglo XXI, pero irónicamente es donde menos posibilidades tenemos de relacionarnos en una conversación fraternal, pausada , que consienta el propósito de encontrarnos entorno a una humeante taza de café, un buen vino o una tertulia de amigos.
La inmediatez que impone la sociedad a minimizado el placer de reunirnos, vivimos en un mar de información e imagen que nos hace vulnerables a ocupar la mayor parte del tiempo en ser útiles, productivos, en crear la condición de seres siempre ocupados, propensos a reflejar la imagen de personas modernas.
Las mayores preocupaciones individuales y colectivas se generan por medio de como acceder continuamente a los bienes y servicios que impone la sociedad de consumo. Cada vez la técnica nos transforma, nos domestica, nos hace depender de sus avances, de su capacidad de improvisar las circunstancias y normas con que debemos vivir.

Y es por eso que la defensa del lenguaje, se hace necesaria para poder seguir respirando palabras que dimensionen con mayor altura el derecho a discernir, a denunciar a imaginarnos un mundo mejor, más coherente con nuestro espíritu de hijos de la naturaleza y no de una máquina.

Pero, en donde podremos encontrar la fuente que enriquezca ese lenguaje, que permita mostrarnos otros rumbos, de sentir la desbordada fuerza de una sensibilidad más comprometida con el asombro que con la obligación, más vital que disciplinada, más impredecible que eficaz, más contemplativa que cómoda, en fin, no hay duda que todo ese inventario de búsquedas lo podemos encontrar en los libros.

Y acceder a ellos es tan natural como comer manzanas, solo hay que tener apetito de curiosidad, pasión por aprender, por navegar sus ríos de conocimiento, por conquistar mayores territorios de lucidez, quien no desea embriagarse de palabras que seduzcan, que conmuevan, que nos permitan abrirle las puertas a lo que queremos.

Y es que en los libros no solamente encontramos las herramientas para superarnos, también podemos broncearnos con el sol de sus historias, humedecernos con el mar de su leyendas, despertar continuamente la nostalgia de lo que somos y lo que queremos vivir, porque esos personajes de tinta y papel que viven en cada pagina de los libros siempre nos están invitando a ser cómplices de su aventura, a descubrir en ellos la ausencia o el derroche con que soñamos la realidad.